BETTY BOOP

Día 8: Sueños escondidos 

Dice Leila Guerriero en Zona de Obras “Aquí estoy… lejos de casa… Y ésta es exactamente la vida que quiero tener”. Mis campanas comienzan a repicar inmediatamente y escribo:

Mi pasión se hizo escurridiza conmigo. O mejor dicho, yo la invité a jugar a las escondidas y pasé demasiado tiempo contando frente a una pared.

De niña soñaba con ser abogada, quería defender a los indefensos. Sentía que ese saber me daría la posibilidad de hacer justicia. Quería ser la heroína de los pobres, de los que no tienen voz.

Más tarde empecé a tener fantasías  aún más pecaminosas en relación al Plan que debía cumplir. Quería terminar el quinto año del secundario en otro país; quería estudiar Relaciones Internacionales para ser embajadora,  vivir en otras culturas, viajar, consensuar, resolver conflictos, acercar los mundos; quería ser periodista de Le Monde Diplomatique, dar cuenta de las diversas realidades, usar las investigaciones políticas para correr el velo de las injusticias…

En mi contexto parecían fantasías tan descabelladas! Me hacían sentir culpa por creer que eran sueños tan desubicados! ¿Acaso me creía especial como para hacer algo tan diferente al resto?

¿Quién podía creer que una niña de padres con primaria, sin medios económicos y proveniente de un pueblito de la pampa húmeda, destinada a casarse… tuviese otros sueños?

Yo me creía lo suficientemente mediocre como para no hablar de ellos y cumplir los mandatos, lo suficientemente mediocre como para tratar de borrarlos de mi mente y corazón… No solo ocultarlos sino negarlos y cumplir el Plan que toda niña buena nació para cumplir.

No sé cómo, pero ellos sobrevivieron y persistieron y esperaron a que caigan mis defensas para volver con más fuerza y arrebatarme de la senda prefijada…  y sacarme del pozo….

«Cada hombre está en poder de su espectro… Hasta que llega esa hora en que su humanidad se despierta. Y arroja su espectro al lago.» William Blake

Día 9: Heroínas

Valoro que mis padres, aún a su pesar, me permitieran salir del pueblo para ir a la ciudad a estudiar. Yo, a pesar de la culpa por mis fantasías o tal vez gracias a ellas, no imaginaba otro destino posible al terminar la escuela secundaria que no sea estudiar en la universidad. Defendí esa posición contra todo y partí.

Elegí la Licenciatura en Ciencia Política pensando en seguir Relaciones Internacionales y ser diplomática. Me gustaba viajar y era, en ese momento, la carrera con la cual podía lograrlo. También me maravillaba la idea de interceder, desarmar conflictos, formular acuerdos y pactos… la heroína seguía viva.

Cuando en tercer año debía elegir la terminalidad ya militaba en un movimiento social contra las injusticias del sistema, por lo cual la diplomacia parecía demasiado cursi y banal al lado de toda la gente que veía sufrir día a día acá, a la vuelta de la esquina.

El “Deber” le ganó la pulseada a mi “Ser” y esa decisión errónea se repetiría como una constante por el resto de mi primer vida.

Pero, cuando el tiempo se detuvo…

“Allí hundida en esa cloaca tuve tiempo de repasar mi vida completa. Cada uno de los inviernos y cada una de las primaveras.” Y entendí que todo fue un gran error de perspectiva.

Quería ser heroína de mí misma, salvarme, romper mis propias cadenas. La pobre e indefensa que necesitaba justicia y la ignorante cubierta por el velo de la represión que no podía ver Qué era en verdad… era yo.

Yo debía salvarme a mí misma. Debía salvarme de la sobreprotección que te hace inútil, del ahogo de no hagas por “el qué dirán”, de la culpa por pensar diferente, de la culpa por tener aspiraciones y sueños.

Recién allí hundida en esa cloaca entendí que eso trascendental que me creía destinada a Ser, que eso tan importante y monumental, lo era porque miraba la vida desde el piso, lo era porque me sentía una hormiga que debía convertirse en heroína o tener superpoderes para hacer cualquier cosa que quisiese.

Dice Rosa Montero: “No todo es horrible en la muerte, aunque parezca mentira (me asombro al escucharme decir esto).”

La muerte te lleva a una oscuridad tan profunda que todos los mandatos y prejuicios se disuelven. De pronto estás vos sola tratando de encontrar una vía de salida a tanta oscuridad y todos los demás, sus opiniones bien o mal intencionadas, no cuentan.

Heroína o no, con o sin superpoderes, para salir del pozo estaba sola y no tuve más opción que aferrarme con fuerzas a quien verdaderamente era.

 

Día 10: Salvaje

Un día, de esos infinitos días, llegó a mis manos “Wild”. La travesía física y emocional de una mujer  devastada que busca encontrarse a sí misma a través de desafiar la montaña, el clima, el dolor, el cansancio, la soledad… su vida misma.

Los libros no llegan por casualidad a tus manos, son como hojas de otoño que se desprenden de sus troncos y vuelan hasta el lugar donde quieren descansar. Me encanta recibir esas hojas, cuidarlas y repicar con ellas. ¿Sino para qué son los libros?

Mi vida no podía ser más diferente a la de Cheryl, sin embargo sentí una conexión inmediata porque el dolor y la búsqueda de uno mismo son sentimientos que nos igualan.

Igual que la protagonista de “Salvaje” una experiencia extrema había hecho que ponga toda mi vida en perspectiva. Ante el desprendimiento del piso, de lo que te sostiene, todo se vuelve  volátil e insignificante. Ante la pérdida del sentido, de todos los sentidos, tu mundo se vuelve un gran signo de interrogación, todo queda patas para arriba y uno intenta aferrarse a algo.

Desde mi caída en el pozo busqué esa luz que me sacara de allí. Algunos la buscan fuera… yo, solo por intuición sin ningún conocimiento especial al respecto, desde el primer día la busqué dentro. Dentro de mí, había ese algo que podía salvarme, lo sabía desde siempre. Eso que siempre quise, eso que buscaba, eso que me impedía vivir plenamente porque estaba ahí detrás del velo pero yo no podía verlo, eso que estaba atrapado, escondido detrás del miedo, el prejuicio, “el qué dirán”…

Desde los primeros meses, hundida en esa cloaca, comencé a sentir que algo crecía dentro. Como un torrente de agua  que baja estrellándose contra las piedras y arrastra todo a su paso. Como un volcán preparándose  para hacer erupción, algo crecía dentro mío muy a pesar del dolor, o justamente a través de los  huecos que el dolor va haciendo en tu interior. Esa energía positiva pero misteriosa iba entrando por esos agujeros, se expandía y no me provocaba miedo… solo intriga.

Dos frases de “Salvaje” hicieron que mis campanas interiores repiqueteen enardecidas. En uno de los pasajes de su viaje Cheryl sostiene: “Me sentí como no me había sentido desde hacia tiempo: yo dentro de mí, ocupando mi lugar en la insondable Vía Láctea.” Inmediatamente sé cuándo y cómo YO me sentía dentro de mí… cuándo y dónde ocupaba MI lugar en este inmenso Universo.

En otro pasaje Cheryl afirma: “Pese a todas las cosas que había hecho en la vida, pese a todas las versiones de mi misma que había vivido, había algo que nunca había cambiado: yo era escritora.”

 

Día 11: Certezas

¿Alguien puede imaginar un día en que todo deja de tener el sentido que tenía? ¿Te levantas y de pronto no comprendes nada del lenguaje que hablaste durante varias décadas? ¿Imaginan la desorientación de no saber cómo se dice “tengo hambre”, “tengo sed”? Se imaginan no poder decir “abrázame”…“te quiero”?

Así me sentía en esa sucia cloaca. Y cuando nada de lo conocido tiene sentido te empezás a cuestionar ¿quién soy, qué hago, qué estoy haciendo, estoy viviendo mi vida o la de alguien más?

Un día me siento a escribir y escupo en la hoja en blanco todas las veces que el “Deber” le había ganado la pulseada a mi “Ser”. Es devastador ver el daño que uno mismo puede auto-infligirse. Una tras otra quedaron evidenciadas las decisiones equivocadas. Una tras otra vomité mis certezas y cómo las había ignorado durante décadas por miedo, por comodidad o quizás solo para respetar las certezas de los demás.

Luego de años de cumplir los mandatos, empecé a sentir cosquillas en la panza, empecé a sentir cosquillas en el culo, empecé a sentir que vivía en un cuerpo que me paraliza para que no avance, empecé a sentir que algo crecía y crecía dentro mío, un torrente imparable, una bola de nieve bajando sin freno por una pendiente que se hace cada vez más y más grande…

Hasta que hacés ese algo, eso que viniste a hacer a este mundo y todo vuelve a tener sentido. Eso que parecía un monstruo creciendo sin descanso dentro mío se convierte en una luz que me rodea, me acaricia, me envuelve como una manta caliente. Esa bola de nieve que estaba por caerme encima y matarme se convierte en una taza de leche tibia que reconforta mis papilas gustativas, baja por mi esófago, mi estómago y llega a mi vientre como un alumbramiento sereno y cálido.

Y me sentí “dentro de mí, ocupando mi lugar en la insondable Vía Láctea.”

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